Todo grupo, tal cual es el que formamos en el colectivo Zarzalejo en Transición, se compone de tres elementos fundamentales: las personas que lo forman; los objetivos que persigue y lo que hacen para conseguirlos; y los procesos que se dan entre las personas para lograr esos objetivos.

Mientras la mayoría de comisiones de ZeT se dirigen fundamentalmente a atender los objetivos y contenidos del grupo, la Comisión de Desarrollo Personal y Grupal busca atender a los otros dos elementos: a las personas, conscientes de que el éxito real de un grupo pasa por atender las necesidades tanto individuales como grupales de sus miembros, especialmente sus necesidades de desarrollo y expresión; y a los procesos, pues la forma en que se hacen las cosas son tan, o incluso más, importantes que lo que se hace. La Transición no implica solo una nueva visión sobre lo que hacemos sino también desde dónde lo hacemos y sobre cómo lo hacemos.


Crear una visión común

Extractos del libro Camino se hace al andar, por Ulises

Facilitación de Grupos - Gestión emocional, empoderamiento y elderazgo

La falta de una visión común, factor de fracaso

Plantearse la vida de manera creativa significa desarrollar una visión y trabajar para hacerla
real. No basta con tener la visión, es igualmente importante realizarla. El acto de creación por
el cual una idea particular se hace manifiesta es lo que diferencia al visionario del soñador. El
visionario es un creador nato, su visión no se queda en su mente como simple idea, se dedica
a hacerla realidad. En algunos casos, como ocurre con artistas y artesanos, desarrollar una
visión, hacerla manifiesta a través del arte o de un oficio, depende solamente de la persona y
de sus batallas internas. En otros casos, la visión incluye la participación de otras personas,
por ejemplo si se trata de crear una comunidad o simplemente un grupo de apoyo para una
vida más sostenible. Es evidente que en estos casos no se puede pensar en realizar la visión
sin contar previamente con la opinión de las personas implicadas. Para poder realizar un proyecto
que incluya otras personas, se necesita previamente crear una visión común, una visión
aceptada y asumida por todas las personas del grupo. No contar con una visión común, claramente
expresada por escrito o de alguna otra forma tangible, es un primer factor de fracaso en
cualquier proyecto colectivo.
La mayoría de las veces, un grupo se forma a partir de un conjunto de personas que se conocen
y que han intercambiado sus puntos de vista sobre diversos temas que ahora quieren concretar
con un proyecto común. Normalmente estos intercambios iniciales son bastante indefinidos,
exageran los elementos conectores y descuidan deliberadamente aquellos aspectos en
los que existen diferencias claras. La ilusión por hacer algo compartido funciona como un filtro
que se abre para el acuerdo y se cierra para la diferencia. La gente da por supuesto que todos
comparten la misma visión, cuando en realidad lo que ocurre es que cada uno mantiene su visión
mostrando sólo aquellos aspectos en los que todo el mundo parece estar de acuerdo. Estas
diferentes visiones se mantienen secretamente en el proceso de realización del proyecto
hasta que terminan chocando. Ocurre cuando, a la hora de tener que resolver un problema
concreto, una persona aporta una solución que resulta coherente con su visión pero incompatible
con la visión de otro miembro del grupo. Se produce entonces un conflicto inevitable y de
muy difícil solución. Para evitar este tipo de situaciones conflictivas, hubiera bastado haber hecho
desde el principio el pequeño esfuerzo de concretar una visión común, compartida por todas
las personas que integran el grupo. De esta manera, el proceso de realización del proyecto
no nos depararía la desagradable sorpresa de descubrir después visiones antagónicas o incompatibles,
que por falta de herramientas adecuadas terminan siendo causa de desagradables
conflictos que, en algunos casos, llevan a la escisión del grupo.


Empezar por reconocer las diferencias

Por supuesto que contar con una visión común no nos inmuniza contra todo tipo de conflictos.
Pero sí que evita algunos, además de ser un interesante proceso que también ayuda a crear
comunidad. En efecto, desarrollar una visión compartida es un ejercicio muy valioso para empezar
a crear ese espacio de participación que define la comunidad y que se basa en la confianza
y la compasión. Existen varias técnicas disponibles que se pueden utilizar para crear
una visión común. Son ejercicios que pueden durar desde unas horas hasta varios días, o extenderse
incluso a lo largo de varios meses. La principal característica de todas estas técnicas
es su habilidad para conducir de manera creativa y positiva un proceso en el que, por primera
vez, las personas implicadas en un proyecto no sólo exponen aquellos aspectos de su visión
que coinciden con los demás, sino que exponen también abiertamente sus diferencias. Reconocer
las diferencias, aceptarlas y no escandalizarse por ellas es un primer paso fundamental
para inculcar compasión y confianza en el grupo, que empieza así a funcionar con una base
sólida de la que podrá aprovecharse en el futuro.
A la hora de crear una visión común es importante que cada persona exponga completamente
su visión individual, que aporte todos los detalles que considere relevantes en cuanto a la forma
final de lo que se pretende conseguir, que airee todas sus preocupaciones y temores. Nada
debe ignorarse, nada debe dejarse de lado o ser minimizado por otras personas del grupo. Una
visión común sólo puede ser verdaderamente asumida por alguien si en el proceso de su creación
se han tenido en cuenta todas sus expectativas, todas sus necesidades y todos sus temores.
Dicho esto, sería un error pensar que una visión común ha de contener sin falta las aspiraciones
de todas las personas del grupo, algo en sí mismo imposible por cuanto muchas de estas
aspiraciones suelen ser incompatibles. Atender las expectativas, necesidades y temores de la
gente no quiere decir que deban incorporarse a la visión común. Son sin duda importantes
elementos del proceso que deben considerarse cuidadosamente, pero no son parte de una visión
común que, en realidad sólo debe recoger aquellas ideas generales sobre las que existe
un acuerdo claro y que caracterizan de alguna manera la cultura del grupo. Una visión común
no puede basarse en un compromiso imposible sobre una lista exhaustiva de puntos con los
que cada persona trata de salvar la mayor parte de su visión individual, no es un refrito hecho
con lo que cada una lleva en mente, es una visión completamente nueva que creamos entre
todos, que tal vez poco tenga que ver con nuestras visiones individuales originales, pero que
aceptamos como un reto en cuya realización estamos dispuestos a colaborar. Como documento
escrito, una visión común se expresa en un texto que todos pueden entender fácilmente. En
palabras de Diana L. Christian ha de ser simple, claro y auténtico.

Visión, misión, valores y objetivos

En su libro Creating a Life Together, Diana L. Christian afirma que una visión bien elaborada
describe el futuro compartido que queremos crear, recoge los valores fundamentales del grupo,
expresa una idea con la que todos nos identificamos, ayuda a unificar nuestro esfuerzo individual,
sirve de punto de referencia al que volver en caso de confusión o desacuerdo, mantiene
la inspiración del grupo y nos recuerda nuestro compromiso con el proyecto. De acuerdo
igualmente con esta autora, algunos de los elementos específicos que forman el contenido de
una visión común son la visión, la misión o la intención, los valores, los intereses, los objetivos,
las aspiraciones y las estrategias. La visión es una frase general que recrea el futuro que queremos
crear. Habla del quién, de qué y del por qué. La misión es la manera en que queremos
hacer manifiesta nuestra visión en términos físicos concretos. Es igualmente una frase general
que habla del cómo. Los valores son cualidades que queremos estén presentes en nuestras
relaciones y en las relaciones que mantenemos con la naturaleza. Intereses, objetivos, aspiraciones
y estrategias sirven para desarrollar la visión en términos concretos y con cierto detalle.
Hay que decir, no obstante, que una visión común no es un documento estanco que el grupo
establece de una vez por todas. Lo lógico es que el grupo revise su visión común de vez en
cuando, al menos cuando la propia historia del grupo le lleva a reconsiderar algunos de sus
planteamientos iniciales. No se trata de volver a pasar por este difícil proceso cada año, pero sí
contar con la flexibilidad suficiente como para incorporar algunos cambios que parecen naturales
con el tiempo. Igualmente importante es que cualquier persona que quiera incorporarse al
grupo más tarde tenga conocimiento inmediato de su visión común, y que pueda decidir su incorporación
a partir de una reflexión meditada de este documento.
Como ejemplos de técnicas de creación de visiones compartidas cabe citar el método de Historias
del Futuro, desarrollado por Warren Ziegler y expuesto por Andy Langford en su manual
Designing Productive Meetings and Events, el método desarrollado por el Rocky Mountain Institute
y expuesto en el libro Economic Renewal, o los diversos ejercicios aportados por Diana
Leafe Christian en su libro Creating a Life Together.